El TLCAN bien puede considerarse la medida de política pública más trascendente para la economía mexicana en los últimos tiempos. ¿Cuáles considera que son sus principales aportaciones para el desarrollo de la economía mexicana? ¿Cuáles, sus principales limitaciones y desafíos?
A mí no me cabe la menor duda de que el Tratado de Libre Comercio para América del Norte (TLCAN) fue la palanca más importante que México ha tenido para su desarrollo económico y social.
Creo que a lo largo de toda nuestra vida independiente no ha habido una mejor palanca para el desarrollo económico y social de México que el TLCAN, cuya puesta en marcha se remonta al primero de enero de 1994.
Ninguna obra humana es perfecta, pero sin duda, si hoy en día hacemos una retrospectiva, el TLCAN fue una obra maestra; fue el primer tratado suscrito que tenía esta visión amplia y ambiciosa del intercambio comercial entre los tres países de América del Norte. Yo diría que tenía una particular ventaja para México, habida cuenta de nuestro menor nivel de desarrollo relativo en ese momento.
Tuvo sí, sus limitaciones a través de su larga vida —25 años de intensa actividad comercial—. Si pienso en qué nos faltó durante este periodo, destacaría básicamente la ausencia de políticas públicas que nos llevaran realmente a un crecimiento sostenido de la competitividad y de la productividad en nuestro país.
Fue muy intensa la negociación, yo estuve involucrado en el proceso como representante del sector privado, pero a veces tengo la impresión de que lo firmamos y dijimos “Bueno, ya está el trabajo, ya no hay nada que hacer”, cuando realmente debimos impulsar con mayor determinación políticas públicas que nos permitieran buscar el constante crecimiento de los índices de productividad del país y no simplemente dejarlo a su buen aire por decirlo de alguna manera.
Nos faltó también un esquema de colaboración entre los sectores público y privado que nos permitiera evaluar periódicamente las disposiciones del acuerdo e identificar aquellas que debían mejorarse y cuáles adaptar a las nuevas realidades económicas. No hicimos ese trabajo durante los 25 años de actividad del tratado.
Estos dos temas: el de la falta de políticas públicas que nos permitirán un crecimiento constante de la productividad del país y la ausencia de una revisión periódica son, para mí, las principales limitaciones del TLCAN.
El T-MEC se enmarca en esta necesidad de actualizar el marco normativo del intercambio comercial en Norteamérica, ¿cuál es su valoración del nuevo acuerdo?
Lo más importante es esa voluntad de diálogo entre empresas y gobierno que permite trabajar coordinadamente en la identificación e impulso de aqueillas actividades que más contribuyan al desarrollo de nuestro aparato productivo. No me cabe duda que el caso de la industria aeroespacial es un buen ejemplo. Empezó de manera incipiente en el norte del país y ahora, con la presencia de múltiples empresas globales, tanto estadounidenses como canadienses y europeas, es un pilar industrial muy importante para el país.
No olvidemos que cuando firmamos el tratado, internet no era algo tan común. Con la revisión y actualización periódica de las disposiciones del TLCAN, muy probablemente se habría evitado una negociación tan intensa como la que precedió a la firma del T-MEC. No se hizo así y ahora estamos en una nueva realidad. Tenemos un nuevo tratado que, yo diría, no tiene todas las ventajas del anterior, pero sí ofrece al país la oportunidad de profundizar su vinculación comercial y de negocios con nuestros vecinos de América del Norte.
Pero en este momento y en atención a la actual coyuntura mundial, marcada por la emergencia sanitaria, lo más importante es buscar los mecanismos para aplazar la entrada en vigor del T-MEC. Vale la pena y no solamente por el bien de México, sino por el del conjunto de América del Norte, ampliar el plazo para que las empresas estén en condiciones de cumplir con las disposiciones previstas en el nuevo acuerdo comercial.
¿La brecha salarial y el incipiente desarrollo de capacidades tecnológicas locales pueden considerarse los grandes pendientes del TLCAN? ¿Hay otros?
Los países de América del Norte tienen distintos niveles de desarrollo y sus niveles salariales reflejan las disparidades en materia de productividad y capacidad tecnológica. Ahora, si me preguntas si son pendientes, yo creo que más bien son una realidad.
Precisamente, uno de los propósitos del TLCAN fue el de acelerar la reducción de las brechas tanto salarial como tecnológica, pero no logramos hacerlo con la velocidad deseada, debido a que no nos mantuvimos atentos a la permanente revisión de las condiciones del tratado y de las mejorías que teníamos que introducir, sobre todo en nuestro país, para el fortalecimiento de la competitividad y la productividad.
De cara a la puesta en marcha del nuevo acuerdo comercial de América del Norte, ¿hay espacio para instrumentar una política industrial que mejore la inserción internacional de la economía mexicana? De ser el caso, ¿cuáles serían los ejes articuladores de dicha política?
A mí me preocupa hablar de política industrial porque no estoy a favor de los esquemas de planificación centralizados. Lo que realmente nos ha beneficiado en el país a lo largo de los años es el esfuerzo coordinado de los sectores público y privado del país para identificar aquellos sectores industriales más dinámicos y de mayor proyección, e instrumentar medidas adecuadas para impulsarlos.
Obviamente, con el T-MEC se refrenda la oportunidad de enlazar los esfuerzos de los sectores público y privado para promover las actividades productivas más dinámicas. Si nos vamos para atrás, durante el periodo del TLCAN, la industria automotriz se convirtió en una palanca de desarrollo muy importante para México. ¿Por qué? Porque se consensuó una serie de acciones y actividades que colocan al país en una posición excepcional, entre los más importantes productores y explotadores de automóviles del mundo.
¿Cuáles serían, en su opinión, los sectores con mayor proyección?
No es una cuestión de una opinión personal. Para mí lo más importante es esa voluntad de diálogo entre empresas y gobierno que permite trabajar coordinadamente en la identificación e impulso de aquellas actividades que más contribuyeron al desarrollo de nuestro aparato productivo. No me cabe duda de que el caso de la industria aeroespacial es un buen ejemplo. Empezó de manera incipiente en el norte del país y ahora, con la presencia de múltiples empresas globales, tanto estadounidenses como canadienses y europeas, es un pilar industrial muy importante para el país.
No tengo las cifras en la cabeza, pero me atrevería a decir que muchos millones de dólares de exportaciones de productos aeronáuticos y aeroespaciales colocan a México en una posición muy importante en el contexto internacional. Esto fue fruto de discusiones y negociaciones entre los sectores público y privado. A mí me tocó participar como parte de los preparativos para el arribo de la industria aeroespacial a Querétaro. Su evolución en la entidad es para mí motivo de orgullo por la cantidad y el tipo de empleos generados, el impulso que supuso a las capacidades productivas y el posicionamiento internacional de México en una industria que continuará ofreciendo enormes posibilidades.
¿Hay otras actividades? Indudablemente. Es cuestión de concentrar la atención a nivel del gobierno y del sector privado e identificarlos. Pero mira, tomo por ejemplo uno que me viene a la cabeza en este momento: el de la industria farmacéutica y de aparatos médicos. Ya tenemos una presencia importante en el país de esta actividad productiva, pero ¿qué se puede hacer para acelerar su desarrollo? Convocar a todas las empresas que participan en la cadena productiva, nacionales y multinacionales, para que en un diálogo constante con los funcionarios públicos del ramo se identifiquen y pongan en marcha las acciones necesarias para fortalecer la producción de fármacos y equipo médico en el país, y ampliar su presencia en los mercados internacionales.
Yo no aspiro a que tengamos una posición importante en la investigación básica en el sector farmacéutico, eso no está a nuestro nivel, pero en posiciones intermedias indudablemente hay oportunidades. Entre otras ventajas, tenemos la vecindad con el mercado más grande del mundo, hay que aprovecharla.
¿Qué papel deberían jugar las empresas multinacionales instaladas en el país en el propósito de mejorar la calidad de la inserción internacional de México?
Habría que trabajar sobre las cadenas productivas de esas empresas. En el caso de las multinacionales presentes en México, vemos que una importa algunas cosas, otra las fabrica o compra en el país. Conocer a profundidad las cadenas productivas de esas industrias nos permitirá identificar áreas de oportunidad para desarrollar productores locales y sustituir importaciones. Buena parte de nuestras exportaciones tiene un proceso de transformación en el país muy acotado. Yo creo que podemos mejorar ese valor agregado nacional trabajando en las cadenas productivas, y que todas las empresas multinacionales establecidas en México, con el apoyo y la orientación de la autoridad, promuevan el desarrollo de proveedores nacionales y fortalezcan la integración del aparato productivo nacional.
Mejorar la integración de cadenas nacionales abriría inmediatamente el paso a oportunidades que tenemos para agregar valor nacional, porque no cabe la menor duda de que, si bien nuestras cifras de exportación han venido creciendo, las cifras de valor agregado nacional no lo han hecho en la misma proporción.
La expansión de la industria aeroespacial es una de las más dinámicas en el país. ¿Cuáles considera que son los factores más relevantes de este despegue?
Uno de los factores que más impulso dio al despegue de la industria areoespacial fue, sin duda, la experiencia y destrezas que acumulamos en el país con la fabricación de material ferroviario. Lo digo por experiencia propia, porque me tocó establecer en México la parte de trenes tras la adquisición de Concarril por parte de Bombardier hace 28 años. Era el año de 1992.
En aquel entonces, concluíamos la exportación, desde Ciudad Sahagún, de los carros del metro elevado de Riad en Arabia Saudita. Nada más para darle un ejemplo de que sí tenemos condiciones de competitividad. Tenemos una gran industria en Ciudad Sahagún, de la cual me siento muy orgulloso. Esta nos ha permitido fabricar carros para el metro de San Francisco, el de Chicago, el de Nueva York, el de Toronto, inclusive el tren elevado de Kuala Lumpur, en Malasia. Es una actividad productiva donde sí tenemos condiciones para incrementar la participación de México en el ámbito internacional.
Esto es una parte de la empresa Bombardier. De su división aeroespacial, en la que también me tocó participar para el establecimiento de operaciones en México, recuerdo que durante las negociaciones que sostuvimos con el gobierno mexicano se solicitó la creación de una universidad aeronáutica. En aquel momento, el primer mandatario del país me dijo: “¿Cómo nosotros vamos a establecer una universidad, y los programas de estudio quién los va a hacer?”. “No se preocupe, en esto Bombardier tiene experiencia y traeremos el know how de Quebec, se puede hacer”, respondí.
Hoy en día, la Universidad Aeronáutica de Querétaro es un aliado fundamental para el desarrollo de nuestras operaciones en el país al cubrir buena parte de los requerimientos que tenemos de personal especializado. Al inicio predominaba la presencia de técnicos aeronáuticos, ahora también nos proveen de ingenieros especializados en el ramo.
Verdaderamente nuestra ventaja competitiva en el ámbito aeroespacial no se basa en costo, como quedó demostrado en los estudios comparativos que hicimos entre México y diversos países del sudeste asiático. El principal factor de competencia, se determinó, radica en la logística. Nuestra ubicación geográfia vis a vis la de nuestros competidores, ofrece innumerables ventajas en tiempos de entrega, de despacho y de complejidades de transporte.
Y eso nos dio una ventaja competitiva clara para convencer a la dirección de la empresa de establecer en México parte de su producción aeroespacial. Desde entonces, la industria ha mantenido una trayectoria ascendente en el país y todavía tenemos muchas oportunidades para incrementar nuestra actividad.
¿Es posible replicar el éxito de la industria aeroespacial a otros sectores?
Sin duda. Yo estoy convencido de que sí. Vuelvo a insistir en la fórmula cuyos buenos resultados he constatado durante mi trayectoria profesional: es cosa de sentar al sector privado con el sector público, discutir una visión estratégica y ver qué se puede hacer. Tuve la oportunidad de hacerlo cuando presidí durante muchos años a Nestlé en México y me tocó contribuir al desarrollo de comunidades en Chiapas y la Huasteca mediante el impulso a la producción de café de exportación. Bueno, es cosa de discutirlo y verlo con un interés estratégico de país.
Yo utilicé el ejemplo de industria farmacéutica y también el caso de la industria de los instrumentos médicos. Es cosa de sentarse y desglosar el problema y entender dónde podemos tener ventaja para saber dónde aportar.
Así fue como hicimos lo de la parte aeroespacial: empezó absolutamente de cero, a mí me tocó sentarme con el gobierno mexicano y decirle al presidente: “Mire hay esta oportunidad, ¿nos interesa o no nos interesa? Esto es estratégico para México”. Y pues le echamos ganas.
Encontramos gente en el gobierno mexicano que entendió esta oportunidad y nos pusimos a trabajar. Establecimos convenios y acuerdos, se fueron cumpliendo y hoy en día tenemos en Querétaro un parque aeroespacial que es un ejemplo internacional.
Todavía tenemos trabajo por hacer, porque en Europa y Asia la presencia de la industria aeroespacial establecida en México es muy limitada. Sobre todo si se le compara con la penetración que tienen las empresas aeronáuticas más grandes del mundo, varias de ellas instaladas en alguno de nuestros países vecinos de América del Norte.
Ante la eventual entrada en vigor del T-MEC, ¿cómo espera que evolucionen las actividades de la industria aeroespacial en México y en particular las de la empresa Bombardier?
Indudablemente el T-MEC es un instrumento que colabora en este propósito porque contribuye a mejorar esta posición de competitividad. Lo que es importante en el T-MEC es que cumplamos rigurosamente con la disposición de revisarlo, corregir fallas y adecuarlo a las realidades y desafíos de las cambiantes economías nacional e internacional.
¿En qué áreas y sectores del país identifica las oportunidades más promisorias de inversión y desarrollo?
Sectores, considero, he mencionado algunos. En el ámbito de la fabricación de material férreo, de trenes, de locomotoras, de carros de ferrocarril, del metro y de tren ligero nuestras oportunidades se amplían porque no tenemos competencia en América Latina en ese sector. Será cosa de definir qué queremos, cómo lo queremos, qué hay que invertir, qué hay que hacer desde el punto de vista de los diversos actores, como sucedió en el despegue de la industria aeronáutica en el país.
Estoy convencido de que en el ámbito farmacéutico también tenemos buenas oportunidades. En equipos e instrumentos médicos ya hay una industria incipiente en el país que, si bien no conozco a detalle, considero que tienen el potencial para ampliar tanto su producción en el país, como su presencia en los mercados internacionales. En el caso de la nanotecnología, hay algunas actividades donde podemos tomar una posición de vanguardia, estamos en la oportunidad de hacerlo.
Dejo a los a los conocedores de los sectores industriales identificar las actividades productivas más promisorias; además, hay una importante labor gubernamental para que, con base en cifras, identifique las áreas de oportunidad, dónde hay más carnita y hacia qué rubros firigir los esfuerzos para ensanchar nuestras capacidades productivas y de competencia.
¿Cómo asegurar que las áreas y sectores más prometedores cuenten con los recursos humanos y financieros necesarios para su desarrollo?
Cada industria tiene sus necesidades específicas; si me pongo a pensar hoy en día en la industria de material médico, de la que no tengo suficiente conocimiento porque nunca he trabajado en ella, estoy seguro de que si uno convoca a los jugadores que existen hoy en día, los sienta en la mesa y les dice “¿Qué necesitamos para crecer?”, pues a lo mejor nos dicen “Necesito mejorar esta competencia en el desarrollo recursos humanos o necesito mejorar el apoyo financiero o incluso necesito invertir en el campo de ciencia y tecnología”.
Sobre la responsabilidad del Gobierno se debe plantear y definir cómo van a participar el Conacyt, la Secretaría de Educación Pública, la de Economía... Y nosotros, mediante las inversiones productivas, participar activamente en el desarrollo del país.
Esta formación de conciencia es una de las tareas primordiales del país. Yo no critico a quien alguna vez dijo que la mejor política industrial es la que no existe. Posiblemente tenía razón porque en ocasiones perdemos demasiado tiempo en la planeación de escritorio, cuando lo que requiere el país es determinación, sentar a los jugadores en la mesa, identificar las oportunidades y echarle ganas.
Para terminar, ¿hay algún tema que usted quiera agregar, algo de lo que no hablamos?
En México tenemos que trabajar con mayor ahínco en el fortalecimiento de la productividad. Esto no depende de un sector o del otro, es un esfuerzo conjunto que debemos profundizar en el país porque hasta ahora hemos avanzado muy poco. ¿Esto por qué? Porque hemos descuidado algunos sectores. Debemos partir de un ejercicio de autocrítica, ya que ni el gobierno ni la iniciativa privada hemos hecho suficiente para ser más competitivos y no simplemente ver cómo países del sudeste asiático, hoy exhiben niveles de desarrollo muy superiores a los de México y esto es algo que no puede dejarnos indiferentes.