Cadenas globales de valor: una odisea hacia el comercio electrónico
Tras analizar la transformación de las cadenas globales de valor en las últimas décadas, Gary Gereffi precursor y uno de los autores más reconocidos del tema, destaca en esta entrevista con Comercio Exterior la creciente importancia del comercio electrónico y la entrega de “última milla” para el emplazamiento de los eslabones productivos, la capacidad de respuesta de las cadenas de valor frente a escenarios críticos como el de la pandemia y perfila el próximo gran desafío para economías como la mexicana: crear sus propios diseños y sus propias marcas.
Por: Guillermo Máynez Gil

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Las cadenas globales de valor aportaron una aproximación metodológica muy útil para entender la dinámica de la globalización productiva. Desde esta óptica, ¿cómo resumiría la evolución del comercio  internacional en las últimas décadas?
La primera ola de cadenas globales de valor se puede ubicar a finales de los setenta del siglo pasado cuando, en su afán de reducir costos, las multinacionales estadounidenses —y también de otros países—  optan por segmentar sus procesos productivos y trasladar sus fases más intensivas en mano de obra a países de menor desarrollo relativo. Inicia así un periodo de creciente fragmentación productiva, en el que este modelo productivo se extiende a otras industrias y su red de proveeduría se disemina por todo el planeta. Es el modelo de la “fábrica global”, en el que los componentes e insumos de un bien final se fabrican en determinados países, y se ensamblan y consumen en otros.

Tras la crisis de 2008-2009, sin embargo, hubo un cambio en la trayectoria de la fragmentación productiva. Por un lado, se busca mitigar los riesgos inherentes a una red de producción global amplia y distante, mediante la relocalización de algunos de los emplazamientos productivos y la reducción del número de proveedores. Nike, por ejemplo, pasó de una red de suministro de más de mil proveedores individuales  a otra conformada por unas 35 o 40 fábricas realmente buenas y ubicadas estratégicamente en función de su proximidad a los mercados de consumo, principalmente los de mayor tamaño.

En años recientes,  la masificación del comercio electrónico y de la economía digital se ha convertido en uno de los factores que más gravita en la consolidación de las cadenas de valor. Esta modalidad  emergente de comercio y de distribución está redefiniendo la ubicación de las unidades productivas en función del crucial tema de la “entrega de última milla”. Ahora ya no se trata solo de hacer llegar los  productos de un fabricante lejano al país de consumo sino, crecientemente, al domicilio del consumidor mismo.

 

Desde la perspectiva de las economías emergentes, ¿por qué es tan relevante la creación y captura de valor al interior de las cadenas globales?
Como dije anteriormente, las cadenas globales de valor se desarrollaron inicialmente con el propósito de reducir costos mediante el traslado de las fases más intensivas en mano de obra a los países de menor  desarrollo relativo. Fue el caso de México y el auge de la maquila. Sin embargo, este modelo basado en el ensamble simple de bienes finales muy pronto evolucionó a lo que se conoce como “producción en  paquete completo”. Bajo este nuevo arreglo productivo, no solo los fabricantes pueden integrar sus propias cadenas de valor, también pueden hacerlo las grandes minoristas y marcas de renombre, como  Walmart y Nike.

Junto a las cadenas de valor gobernadas por productores, empezaron a conformarse cadenas de valor gobernadas por los compradores. Así, el modelo pasó de procesos de ensamblaje a “contratos por  especificaciones”. En estos, las marcas y minoristas identifican a un proveedor y le envían las especificaciones de costos, calidad y mecanismos de entrega. A partir de ahí, el proveedor se encarga de todo el  proceso. Ni Walmart ni Nike son ahora “fabricantes”: deciden qué necesitan y lo encargan a otros. Este arreglo productivo emergente favoreció la incorporación de mayor valor agregado en los países en  desarrollo y fue determinante en el ascenso del sureste de Asia y la increíble expansión del comercio internacional.

 

¿Las cadenas basadas en contratos por especificaciones son las que más favorecen la incorporación de valor agregado?
Con el cambio en la gobernanza de las cadenas, los grandes minoristas y las marcas de renombre también tienen una participación destacada en la dinámica productiva, sin que esto implique que estén  obligados a conocer cómo se fabrican los bienes. Simplemente deciden qué producto quieren y encuentran al proveedor capacitado para fabricarlo. Se trata de un modelo de demanda gobernado por el  comprador. Este arreglo productivo amplía el margen de maniobra de los contratistas y, en principio, ensancha las posibilidades para capturar una porción mayor de valor agregado.

 

¿Pueden los gobiernos promover la incorporación de mayor valor agregado entre sus empresas? ¿Qué medidas recomendaría para alcanzar este objetivo?
Este ha sido un tema clave en años recientes. Gracias a la intervención gubernamental hay países que ocupan una posición más relevante en la producción global de lo que su tamaño sugeriría. Un ejemplo  cercano lo encontramos en Costa Rica, país de unos cinco millones de habitantes que desde los noventa decidió apostar por la exportación de alta tecnología. Fueron exitosos en atraer a Intel, que en 1998  estableció una gran planta de pruebas y ensamblaje en ese país. Entre ese año y 2014, el perfil exportador de Costa Rica se transformó por completo. El apoyo gubernamental fue decisivo en la consecución de  esta inversión. Desafortunadamente, conforme la fabricación de semiconductores se volvió más dependiente de la escala y no solo del costo, Intel decidió cerrar su planta en Costa Rica y concentrar esa  producción en Vietnam. Pero el gobierno costarricense no cejó en su empeño e identificó en la industria de dispositivos médicos una nueva oportunidad para construir otra historia de éxito. La ventaja de esta  industria es que cuenta con un mayor número de jugadores y una derrama mayor para el país fabricante en términos de insumos y fabricación locales. México también apostó por la industria de dispositivos  médicos, pero a una escala mayor. Ahora bien, a partir de estas historias de éxito surge una pregunta crucial: ¿pueden esos países dar el siguiente paso? Dar un salto decisivo en su estrategia de desarrollo y  crear sus propios diseños y sus propias marcas. En el caso de Corea del Sur, la respuesta es afirmativa y alentadora, con ejemplos como Samsung o Hyundai.

 

¿Cómo calificaría la reacción de las cadenas de valor ante las medidas impuestas por las autoridades sanitarias del mundo entero para detener la expansión del virus SARS-CoV-2? ¿Superaron la prueba?
Fue una coyuntura particularmente compleja. Hasta antes de la aparición de la covid-19, las disrupciones fueron de carácter eminenmente local. Incluso el impacto de una catástrofe nuclear de la magnitud de la de Fukushima fue muy acotado en términos geográficos. Siempre habrá terremotos, inundaciones y otras situaciones críticas. Lo más sorprendente de la covid-19 fue su carácter global, así como su impacto simultáneo y dispar tanto en la oferta como en la demanda. La producción de las industrias exportadoras se paralizó en prácticamente todo el mundo, mientras que la pandemia creaba grandes picos de  demanda de equipos y suministros de protección sanitaria. Realmente vivimos una experiencia única y por eso no le creo a quienes, a partir de este suceso, vaticinan el fin de la globalización. La respuesta de  las cadenas de valor fue apropiada, ningún otro modelo lo habría hecho mejor. La demanda se multiplicó descontroladamente y el gran desafío fue empatarla con la oferta en un entorno particularmente adverso. La covid-19 nos ha dejado múltiples enseñanzas sobre la resiliencia de las cadenas de valor. Analizando el caso de Estados Unidos, vemos cómo las importaciones de cubrebocas y ventiladores se  suspendieron de repente. El gobierno tardó mucho tiempo en reconocer la magnitud del problema, pero grandes fabricantes como 3M o Honeywell adaptaron muy rápidamente sus líneas de producción y  formaron alianzas con fabricantes de automóviles para atender la demanda, incluso de productos complejos como los ventiladores. En este caso, el desbalance obedeció más a impericia política que a fallas de  mercado. Otra experiencia, muy sorprendente para mí, fue la ágil respuesta que ofreció el mercado exportador de China. Entre enero y marzo de 2020, se dedicaron a abastecer su mercado interno, pero entre  abril y junio ya estaban exportando al mundo entero.

 

La pandemia se superpuso con la crisis climática y al desafió que representa la huella de carbón de las cadenas globales de suministro, ¿qué futuro se  perfila para el comercio mundial bajo estas consideraciones?
La crisis climática ha puesto de relieve la urgencia de promover la sustentabilidad de las cadenas de valor y de definir qué significa exactamente  “sustentabilidad”. Mucho tiene que ver con energías limpias; pero, también, con las condiciones laborales que privan entre las empresas que conforman la red mundial de proveeduría. La necesidad de  transitar a un arreglo productivo más comprometido con la preservación del ambiente ha acelerado la aparición de nuevas industrias, como la de autos eléctricos en la que China es un jugador aventajado. En  esta industria, el componente clave son las baterías con mayor capacidad para el almacenamiento de energía, velocidad de carga y duración. Para conseguir estas mejoras, el estímulo bajo la figura de compras  gubernamentales resulta crucial. El gobierno de Biden, por ejemplo, pretende sustituir la flotilla actual del servicio postal de su país con autos eléctricos. Medida que alentará la participación de las empresas en el proceso de transición energética.

 

¿Qué repercusiones tendrán la revolución tecnológica en marcha y la experiencia de la pandemia sobre los actuales emplazamientos de las cadenas globales de valor?
Una de sus principales manifestaciones será el rol cada vez más destacado de la producción compartida entre países vecinos: el fortalecimiento de las cadenas regionales del valor. De hecho, muchas cadenas  globales son, en realidad, cadenas regionales cuyos vínculos comerciales y productivos se extienden por todo el mundo. Otra, complementaria y a la que me referí anteriormente, es la compactación de los  emplazamientos productivos de la cadena de valor para garantizar el abastecimiento de insumos y componentes, y para responder al reto que plantea la masificación del comercio electrónico.

El nuevo estilo de vida confiere gran relevancia al factor de conveniencia. Los ejecutivos de las empresas saben que de ahora en adelante las ventas en línea serán tan importantes como las ventas in situ. Sin  lugar a dudas, este será un cambio trascendente que obligará a los países a desarrollar, desde ya, sistemas confiables de acceso universal a internet. La incursión y desarrollo del mundo digital será más  decisivo que nunca.

 

¿Es posible que la digitalización y automatización de los procesos productivos lleguen a sustituir a la producción globalizada por una que privilegie la producción compartida entre países vecinos?
No es el caso. El ascenso reciente del nacionalismo económico (Brexit, Trump, etcétera) ha desvirtuado el impacto real de los cambios tecnológicos. Hay una contradicción entre la automatización de procesos, y la variedad de diseños y modelos que piden los consumidores. Las empresas de logística estaban angustiadas porque estos procesos de automatización, al acercar la producción al consumo, podrían eliminar buena parte del comercio internacional. Fabricantes de zapatos como Adidas trataron de poner fábricas automatizadas en países como Alemania, pero se dieron cuenta de que ahí ya no quedaban proveedores  de insumos. De manera que, para garantizar la fabricación de tenis deportivos, tenían que reducir el número de sus componentes y hacerlo a tal punto que resultaban muy simples y poco  atractivos para los consumidores. Por eso, China, Vietnam e Indonesia siguen siendo los principales proveedores de zapatos deportivos. Estos países sí cuentan con clústeres especializados en la fabricación de  componentes e insumos para este tipo de productos. Por eso insisto en que, en este tipo de industrias, el comercio a larga distancia va a seguir siendo importante, aunque ciertamente con una base más pequeña de países participantes. 

 

¿Los servicios intensivos en conocimiento son una buena alternativa para que los países en desarrollo aumenten el contenido nacionalde sus exportaciones?
Una cosa que hemos descubierto sobre la manufactura global es que depende mucho de los servicios de alto valor. Una vez más el ejemplo de Costa Rica es ilustrativo: cuando Intel cerró su planta, y dado que  estaba tan satisfecho con la calidad de la fuerza laboral local, decidió mantener un centro de servicios de ingeniería con más de dos mil empleados y, desde el país centroamericano, atender a todo el  continente. Las cadenas de valor en la manufactura van de la mano con cadenas de valor en servicios, las cuales se pueden convertir en una nueva fuente de crecimiento. En otro ejemplo, conforme la  extracción minera se automatiza, Chile se convierte en un proveedor mundial de consultoría en el desarrollo de software para minas. Aquí hay lecciones útiles para muchas naciones, pero, desde luego, todo  esto depende de la calidad del sistema educativo y de las competencias de su fuerza laboral. 

 

Como sociólogo, ¿qué piensa de la actual coyuntura internacional donde confluyen fenómenos tan complejos como las tendencias nacionalistas, mayores presiones migratorias, el envejecimiento de la población, el cambio climático y cambios significativos en la dinámica de la producción y el consumo? ¿Es posible darle sentido a todo  esto?
Vale la pena verlo en perspectiva de largo plazo. Tuvimos esta ola centrífuga muy pragmática desde los ochenta hasta que la sustituyó una ola consolidadora. Los nuevos cambios geopolíticos son muy  relevantes porque implican una revisión profunda del orden mundial posterior a la Segunda Guerra Mundial y sus instituciones multilaterales. Una gran disrupción a este modelo han sido las economías  emergentes. Desde luego está el caso de China que despunta en la producción mundial de autos eléctricos, en el desarrollo de la 5G y de otras tecnologías. Pero también el de la India que es líder en ciertos  productos farmacéuticos y servicios off-shore. Esta reconfiguración de la economía global nos encamina, con toda seguridad, a una reconfiguración de los flujos mundiales de comercio e inversión que, de  ninguna manera, significará el fin de la globalización. Definitivamente, no veo cómo puedan reubicarse los distintos emplazamientos actuales de las cadenas mundiales de valor. Los riesgos y las ineficiencias de  tratar de producir todo, incluso productos muy sencillos, localmente, son muy altos. El reto es hacer que las cadenas de valor sean más sustentables, más incluyentes, con mayor participación de empresas  pequeñas y medianas. El comercio electrónico puede jugar un papel clave en este propósito, precisamente porque facilita la inclusión. Además, la necesidad de servicios de alto valor también beneficia el  emprendedurismo en firmas pequeñas muy especializadas.

 

¿Suele ser más optimista o pesimista respecto al futuro cercano?
Soy optimista por naturaleza; pero, además, estoy convencido de que la reglobalización a la que me refiero significa adaptar las cadenas de valor a las nuevas necesidades sociales de sustentabilidad e  inclusión. Como sociólogo y desde hace varias décadas, me interesé en el estudio de las cadenas de valor porque nos ayuda a entender la dinámica y la racionalidad de la producción globalizada. Estoy  convencido que, con buen liderazgo y una respuesta adecuada a las nuevas presiones políticas, las cadenas de suministro son perfectamente capaces de reconfigurarse para atender las nuevas realidades del  concierto internacional y de los países. Requerimos para ello, un sistema robusto de instituciones multilaterales que eviten la captura del comercio global por parte de unas cuantas multinacionales enfocadas en la maximización de utilidades o por gobiernos nacionales con intereses políticos. Necesitamos un sistema de Naciones Unidas fortalecido y respaldado por una red eficaz de instituciones.