¿Qué posición ocupa la industria farmacéutica de México en el mercado internacional? ¿Cómo nos comparamos respecto a otros países de América Latina?
México cuenta con una de las industrias farmacéuticas más importantes del mundo: ocupa el lugar doce o trece. Somos los líderes en América Latina en cuanto a número de laboratorios y empleos. Es una industria que se ha venido fortaleciendo, robusta, madura y en la que todos los laboratorios mexicanos son todos privados. Algunos son recientes, pero la mayoría tiene una amplia trayectoria y gran arraigo familiar: varios de sus directivos actuales pertenecen a la segunda o a la tercera generación. Los socios invierten regularmente en sus laboratorios. La vara alta que ha puesto Cofepris es muy útil, pues nos permite tener medicamentos de la más alta calidad, eficaces y seguros.
Toda crisis representa una suerte de auditoría, la de la pandemia por la covid-19 no es la excepción. ¿Qué lecciones deja la pandemia a la industria farmacéutica mexicana, cuáles considera sus principales fortalezas y cuáles sus limitaciones más relevantes?
Dentro de la compleja coyuntura que vivimos, la industria ha reaccionado bien. No se despidieron empleados, y se sigue trabajando y produciendo. Yo creo que la gran lección que deja este episodio tan complejo es la importancia que tiene la planeación para la operación y el fortalecimiento de la industria. Con una política pública que favorezca los seis ejes que inciden en el sector, podríamos convertir a México en una potencia muy importante en materia farmacéutica. Incluso, pensar en algunos clústeres regionales que permitan producir materia prima y vacunas.
Otro aprendizaje que se desprende de la pandemia es el valor estratégico de la industria farmacéutica y la relevancia de promover la autosuficiencia en la producción de medicamentos. Lo hemos visto en el caso de las vacunas, es noticia y se celebra cuando un nuevo embarque llega a México. La mayoría de los países tiene ahora una política pública que busca impulsar la producción local de medicamentos y reducir la dependencia respecto al abasto proveniente del exterior. Es un aprendizaje, no solo para la industria, sino para todos los mexicanos: la salud es un tema de primera importancia.
Las compras del sector público son una parte sustancial de la demanda de medicamentos en el país. ¿Qué medidas recomendaría para convertir a las compras públicas en un instrumento para el fortalecimiento de la industria farmacéutica mexicana?
No hay duda del impacto de las compras públicas en el desempeño de la industria farmacéutica. Somos, muy probablemente, la actividad más regulada. Nuestro cliente principal es el gobierno, las compras que hace representan entre cuatro mil y cinco mil millones de dólares al año. De lo que producen los socios de Amelaf, aproximadamente la mitad se vende al gobierno. Con reglas claras y piso parejo, el gobierno puede crear un entorno de certidumbre que nos permita planificar nuestra operación, invertir y crecer.
Con compras transparentes y consolidadas, y piso parejo se puede mejorar la oferta, conseguir materias primas a mejor precio y reducir los tiempos de entrega. Se evita el desabasto, porque con planeación no se hacen compras de pánico. Las compras del sector público son, por tanto, un poderoso instrumento para ampliar las capacidades productivas de la industria farmacéutica nacional, promover la autosuficiencia de medicamentos, al tiempo que se genera riqueza y empleo en el país. En México contamos con una sólida capacidad instalada y una fuerza de trabajo muy competente, hay que aprovecharla y promover su crecimiento.
¿Cómo se pueden generar relaciones virtuosas entre el sector privado y las instituciones públicas?
La clave es el diálogo y la planeación. No queremos ventajas, simplemente, reglas claras y piso parejo para planear nuestras inversiones y contribuir al desarrollo del país. La industria farmacéutica tiene un impacto muy relevante en la salud de los mexicanos, pero también lo tiene en el desempeño económico del país. El salario promedio que percibe el trabajador de un laboratorio es tres veces superior al que recibiría en otra actividad productiva. Además, la plantilla de los laboratorios está integrada mayoritariamente por mujeres: químicas, biólogas farmacéuticas o ingenieras químicas muy preparadas que han hecho un gran esfuerzo, primero para titularse y luego para mantenerse al día mediante un proceso de aprendizaje continuo. Debemos aprovechar ese talento.
En los ochenta y en medio de una crisis financiera y de divisas en el país, se emprendieron diversas medidas de política pública para fomentar en México la producción de medicamentos y sus ingredientes activos. ¿Qué resultados tuvieron estos esfuerzos? ¿Qué enseñanzas pueden aportar en una coyuntura como la actual?
Son, sin duda, las medidas de política pública más exitosas que se han instrumentado en el país. Mucha de la capacidad instalada y del acervo de capital humano del que disponemos en la actualidad, tiene sus orígenes en el Decreto de Fomento a la Industria Farmacéutica de mediados de los ochenta. Posteriormente, vino un cambio en el modelo de desarrollo que implicó el desmantelamiento de la política industrial y su sustitución por una estrategia de apertura comercial y la firma de acuerdos comerciales que incluso han tenido una serie de impactos sobre la propiedad industrial. Otros dos aspectos que contribuyeron al fortalecimiento de la industria farmacéutica fueron las compras consolidadas (muy exitosa puesto que solo el 9% de las claves quedaba desierto) y el reforzamiento notable del marco regulatorio mediante la creación de la Cofepris.
¿A qué tipo de industria podemos aspirar como país cuando solo un puñado de empresas de capital nacional realiza actividades de investigación y desarrollo tecnológico sistemáticamente?
Es uno de los aspectos en los que México ha fallado. No ha habido vinculación con los centros de investigación. Por ejemplo, Alemania tiene una industria muy robusta; su estrategia incluye una estrecha vinculación con los centros de investigación locales, buscando que las patentes generadas por los investigadores puedan aplicarse a la industria. Lamentablemente, las patentes en México son para un buen número de investigadores un medio para engrosar su currículo y en contadas ocasiones llegan al mercado. Deberíamos trabajar en un plan de largo plazo para fortalecer la colaboración universidad-empresa.
¿Qué medidas concretas deberían ponerse en marcha para fortalecer la investigación y el desarrollo, y la articulación entre los centros de investigación y el sector privado?
Se debe trabajar más a nivel regional. Tomemos como ejemplo a Jalisco, un estado con un clúster farmacéutico muy importante que se ha desarrollado de forma natural. En la Amelaf estamos trabajando en esa entidad para fortalecer la vinculación entre universidades e industrias. Es más práctico hacer esta labor de vinculación en aquellas entidades que dan cabida tanto a industrias como a centros de investigación. A pesar de los problemas que hemos tenido, hay una gran oportunidad en el sector farmacéutico.
¿Son los genéricos una buena alternativa para asegurar la producción y abastecimientos de medicamentos en el país?
El 80% del volumen de medicamentos que se vende en el mundo corresponde a genéricos. Un buen esquema regulatorio garantiza que la molécula del genérico sea exactamente la misma que la de la patente. Por eso es importante que el ecosistema propicie un equilibrio entre los innovadores —que reciben un premio de 20 años de exclusividad por sus patentes— y los fabricantes de genéricos —que entran cuando vencen las patentes—. Ese es el ecosistema ideal.
Vale la pena también apuntar que los genéricos representan aproximadamente un 30% del valor del mercado. Las patentes, menores en cantidad, generan otro 70%. Esto se debe a la baja radical del precio de un medicamento cuando se vuelve genérico. Bajo esos lineamientos, se fomenta la competencia y se provee de medicamentos más accesibles a toda la población.
¿Hay condiciones para que México se consolide como un productor y exportador de medicamentos?
La exportación es otro tema que se tiene que trabajar más, dado que nuestros envíos al exterior solo representan el 10% de la producción. Hay algunos laboratorios que han avanzado mucho en este rubro, pero falta más trabajo. Un activo con el que contamos es el marco regulatorio, ya que da certeza y facilita, en principio, la exportación.
Deberíamos retomar el éxito que se tuvo en los ochenta con la fabricación de sustancias activas, los “API”. Hoy en día, estas sustancias representan entre el 15 y 60 por ciento del valor del medicamento, pero casi todas vienen de la India. Deberíamos fomentar la producción nacional de estos suministros.
¿Cómo describiría la situación actual de la producción de vacunas en el país? ¿Hay condiciones para que México se consolide como un productor y exportador de estos estratégicos productos?
Es un tema que requiere mucho tiempo, por eso insistimos en la planeación estratégica de mediano y largo plazos. Antes de pensar en exportar vacunas, debemos atender el mercado interno y depender menos de las importaciones. No solamente contra la covid, sino todo tipo de vacunas. No vemos que eso pueda ocurrir en el corto plazo. Otro aspecto que quisiera resaltar, y en el cual está trabajando la Amelaf, es el fortalecimiento de las cadenas de suministro. Eso es muy importante, e involucra a un conjunto muy amplio de actividades con relación directa con la industria farmacéutica, como la producción de sustancias activas, pero también muchos otros productos y servicios. A la industria farmacéutica es importante verla como un todo, no solo por los productos que fabrica, sino por los amplios encadenamientos que genera.
¿Qué medidas concretas deberían tomarse para asegurar el abastecimiento de materias primas y sustancias activas? ¿Podemos aspirar como país a convertirnos en un productor relevante de estos insumos?
Desde luego, pero llevará tiempo. Requiere por lo menos dos años antes de que haya producción; no obstante, hay que promoverlo, pues a la larga nos dará muchas ventajas.
Bajo las nuevas disposiciones incorporadas en la versión final del T-MEC, ¿hay potencial en el país para convertirse en un importante productor y exportador regional de biofármacos? ¿Qué medidas deberían instrumentarse para capitalizar este potencial?
Hace falta una política industrial sólida. Hasta ahora, la industria ha crecido gracias al esfuerzo y competencia de mucha gente, pero sin directrices políticas definidas. Muchos países están recogiendo los frutos de políticas inteligentes de largo plazo. La India, China y Corea del Sur son ejemplos de ello. Es muy interesante revisar sus documentos de política pública, pues contienen muchos lineamientos y experiencias que, con las adecuaciones correspondientes, podrían servir de guía al país. Como mencioné al destacar el caso de Jalisco, no solo se requieren políticas de alcance nacional, también son relevantes las que atañen al ámbito regional.
¿Qué escenarios se perfilan para la industria farmacéutica mexicana? ¿En términos generales se siente optimista o pesimista respecto a su futuro desempeño?
Hay incertidumbre, cuando lo que necesitamos son reglas claras y certeza. Es crucial seguir mejorando a la Cofepris y al esquema de compras y, desde luego, a la banca de desarrollo que desde nuestra perspectiva está subutilizada. Bancomext y Nafin tienen que contribuir más al fortalecimiento de las capacidades productivas del país e impulsar en forma más activa a la industria farmacéutica mexicana.