¿Cuál es el panorama general de la industria en el país a un año del confinamiento decretado por las autoridades sanitarias?
Con base en las cifras del INEGI, el panorama que veo muestra un conjunto de tendencias preocupantes. En un año desapareció un millón de establecimientos económicos y se crearon seiscientos mil, lo cual arroja una pérdida neta de 400 mil empresas. Las 600 mil que se crearon son mayoritariamente unipersonales o bipersonales; es decir, “changarritos”, por lo que su capacidad de inversión y de generación de valor agregado y de empleo es más bien limitada. Una segunda tendencia es que 5.2 millones de personas de entre 3 y 29 años abandonaron el ciclo escolar, lo que implica que cada vez será más difícil para la manufactura mexicana encontrar talento preparado. La tercera es la caída que experimentó la actividad industrial en el primer trimestre del año. El panorama, como se advierte, es muy desafiante.
¿Qué sectores se han resentido más y cuáles observan un mejor desempeño?
Casi todos los sectores han sido afectados, mayormente el sector servicios y en particular lo que corresponde al transporte y al turismo. Pero también el de las manufacturas ya que muchas de las empresas del sector acusaron los efectos negativos de la restricción a la movilidad decretada por las autoridades sanitarias. La única actividad que crece rápidamente en todo el mundo es la de la economía digital, seguida por los servicios de logística. El trabajo remoto se ha extendido mucho durante la pandemia, se ha vuelto la norma trabajar en casa o en lugares distintos a la oficina. Salvo en actividades manuales, esta práctica llegó para quedarse porque mejora la productividad y el nivel de vida de las personas. En México, la tendencia hacia lo digital se observa con cierta reserva, porque la economía mexicana no está suficientemente preparada.
¿Cómo se perfila la recuperación de la actividad industrial del país?
Casi todos tenemos en mente que Estados Unidos es el destino del 80% de las exportaciones mexicanas; pero no todos, que la mitad del PIB del país, con cifras de 2018, se sustenta en la relación comercial con el vecino del norte. La agresiva política industrial del presidente Biden beneficiará a México si contribuye a una reactivación efectiva de la economía estadounidense. De ser este el caso, veremos en el corto plazo el repunte de algunas actividades industriales en México. Pero en un horizonte temporal más amplio, la viabilidad del modelo exportador mexicano corre un serio riesgo de quedarse rezagado si no se actualiza a una producción basada en la digitalización, la automatización y la robotización. Dentro de las perspectivas del sector manufacturero otro factor relevante a considerar es el de la energía. Casi todas las empresas globales están inmersas en un proceso de transición hacia fuentes de energía renovables pues, si para 2025 o 2030 no logran sustituir las energías fósiles, su valor bursátil se verá seriamente comprometido. Las decisiones sobre energía en México apuntan a un aumento significativo de los costos y a un abandono de las reglas sobre energías limpias. Estas señales afectan el interés de las empresas globales por ampliar su presencia en el país.
Con una recuperación como la que plantea, ¿se corre el riesgo de acentuar la heterogeneidad del tejido industrial del país?
Las cifras del INEGI registran en forma tendencial una contracción muy importante del mercado interno. Más de diez millones de personas perdieron su empleo en los primeros meses del 2020, afectando sensiblemente el poder de compra de los consumidores. De la misma manera, la contracción de las actividades productivas —que llevó al cierre de un nuevo considerable de negocios— redujo la capacidad de inversión de las empresas. A corto plazo no se observan elementos estructurales que mejoren las perspectivas del mercado interno, salvo que el relanzamiento de la economía de Estados Unidos ayude al sector exportador mexicano o que las remesas contribuyan a la reactivación del consumo interno.
Usted participó de forma muy destacada en el desarrollo de la industria aeronáutica en México. ¿Qué condiciones permitieron su despegue en el país?
La industria aeronáutica mexicana creció de forma muy agresiva hasta 2019, fundamentalmente por factores exógenos. El primero fue la firma del TLCAN, con lo que varias empresas de Estados Unidos y hasta de Europa, proveedoras de la industria e intensivas en mano de obra, se ubicaron en la frontera mexicana. El segundo factor apareció cuando la empresa canadiense Bombardier estableció en 2005 una planta de estructuras de avión en Querétaro, con la perspectiva de hacer un avión en México, lo que generó un ecosistema de proveeduría a su alrededor. Y el tercero ocurrió en 2007, cuando el valor de un euro llegó a 1.6 dólares. En esa coyuntura cambiaria, la industria europea, y Airbus en particular, mudó buena parte de su proveeduría a la zona dólar: a Estados Unidos, pero también a México. El propósito de la medida fue corregir el desfase cambiario que implica un mercado que vende en dólares, pero mantiene sus costos en euros. Esa fue la última ola que impulsó un fuerte desarrollo de proveeduría aeronáutica en México. Se ha creado un ecosistema confiable y competitivo que ha atraído más inversión extranjera, dado que la inversión local fue muy escasa. Algunos gobiernos locales favorecieron que estos proveedores se establecieran en sus entidades, pero si miramos bien, nunca hubo una visión soberana de política industrial aeronáutica.
¿Cuál es el retrato actual de la industria aeroespacial en México?
Aún no conozco las cifras de 2020, la industria aeronáutica en México genera 60 mil empleos y sus exportaciones anuales representan entre siete y ocho mil millones de dólares. Cuenta con alrededor de 400 empresas manufactureras, 95% de las cuales son de capital extranjero. Principalmente se asienta en Querétaro, Chihuahua, Sonora, Baja California y Nuevo León, pero una tendencia interesante es que los estados de México, Hidalgo y Yucatán le están apostando a esta industria. Incluso destinan importantes inversiones al desarrollo de laboratorios digitales como en el caso de Yucatán. El valor agregado local es menor a 20%, lo que pone de relieve el gran desafío de la industria manufacturera mexicana.
¿Qué medidas concretas contribuirían a integrar a un mayor número de proveedores mexicanos a las cadenas de valor de la industria aeronáutica?
Hay factores particulares, como contar con un perfil de empresario conocedor del sector y baja aversión al riesgo o el desarrollo de instrumentos financieros para acceder a factoraje, a capital de trabajo y a capital de riesgo. Debe considerarse además la certificación de cada proceso, que representa mucho tiempo de aprendizaje. En cuanto a la inversión extranjera en proveeduría, en México las compras del gobierno a la industria aeronáutica son más bien limitadas, en otros países este mecanismo constituye uno de los motores más importantes de la inversión aeronáutica. Cuando los gobiernos de China o de la India adquieren un gran volumen de aeronaves, se amplía la demanda y las empresas multinacionales tienen mayores incentivos para desarrollar cadenas de proveeduría local.
La confianza en México se mermó el año pasado por decisiones externas a la industria, vinculadas a la secretaría de Salud o a algunos gobernadores que, con base en criterios propios, determinaron cerrar grandes plantas, poniendo en riesgo la cadena de proveeduría global de las grandes corporaciones aeronáuticas. Es una cuestión abierta las repercusiones que tendrán las recientes iniciativas del gobierno de México sobre las decisiones de inversión en el país de las empresas líderes de la industria aeronáutica, pero es previsible que las perspectivas no sean tan alentadoras.
¿Aún somos un país predominantemente maquilador? ¿Cómo podrían incrementarse las capacidades productivas y tecnológicas en la industria aeroespacial?
A esta industria se aplica lo que algunos llaman la cuarta revolución industrial y esa automatización requiere tres factores fuertes para una decisión de inversión y para su desarrollo local. El primero es un sistema de telecomunicaciones sumamente eficiente y competitivo que posibilite la transmisión de datos a gran escala. El segundo es contar con talento preparado para las actividades derivadas de esta perspectiva digital, como la programación en la planta. Y el tercero es contar con costos de energía competitivos, algo que es recomendable para el futuro del conjunto de la industria exportadora del país.
¿Los servicios intensivos en conocimientos permitirían elevar el contenido nacional de las exportaciones mexicanas? ¿Es necesaria una política industrial específica para su despegue? Y en su caso, ¿cuáles serían sus características principales?
Cuando el ingeniero Romo estuvo a cargo de la Oficina de la Presidencia me pidió ayudarle a construir una política industrial que ampliara las perspectivas de desarrollo en el país de la industria aeronáutica. Nos propusimos convertir a esta pujante actividad manufacturera mexicana en un referente mundial para el diseño y fabricación de productos aeronáuticos, así como proveedor confiable de servicio de mantenimiento de interiores de cabinas de avión. Esto último representa un mercado enorme, ni más ni menos que dos veces el PIB actual de México. La secretaría de Educación Pública apoyó mucho la creación de centros de diseño aeronáutico en varios lugares del país a fin de capacitar a jóvenes. En menos de dos años se han podido desarrollar más de diez laboratorios aeronáuticos. Eso es clave si queremos desarrollar el diseño y añadir valor agregado a lo hecho en México.
¿Qué medidas podrían extender la dinámica de los mercados internacionales a las regiones geográficas de mayor atraso relativo del país?
Sigo convencido de que el gran atajo para la creación de empleo y el desarrollo es el acceso a la economía digital. Mediante esta actividad, podrían generarse muchas oportunidades para los jóvenes mexicanos, tanto en el sureste como en el resto del país. Capacitado o no, la única forma en la que el talento mexicano generaba ingresos era migrando. Ahora que el trabajo remoto se volvió la norma, es más evidente que la exportación de servicios intelectuales permite que las personas vivan, consuman y paguen impuestos sin dejar el país, y eso es un factor que dinamiza la exportación y el consumo interno. Cubrir el enorme déficit de talento en inteligencia artificial no requiere personas con títulos de ingeniero o posgrados: un adiestramiento muy intenso permite a las personas conseguir ingresos de entre 50 mil y 100 mil pesos mensuales. Es una extraordinaria oportunidad para que muchos jóvenes se preparen y trabajen en el ecosistema de inteligencia artificial, en el diseño y programación para robotización y automatización, y como creadores de contenido para redes sociales que absorbe casi el 80% del gasto actual en publicidad.
A un joven le recomendaría invertir el máximo de su tiempo en desarrollar competencias relacionadas con las ciencias básicas y la computación, eso siempre le va a dar frutos. Casi todos los estudiantes toman clases en línea y ahí existen cursos específicos, algunos gratuitos; solo hace falta que dediquen tiempo a adquirir algunas herramientas. Además, me parece que en 20 años a lo mucho, la mayoría de las personas tendrá ingresos mediante trabajos en proyectos específicos de 30 o 50 horas de duración. Nos tenemos que preparar para esto. En México hay mucho talento creativo para salir adelante, adaptarse y reinventarse. Quienes difícilmente pueden dejar de hacer lo que saben hacer, como los artesanos, pueden ampliar su mercado si aprenden a usar las plataformas digitales para vender sus productos. Otros pueden verse en la circunstancia de hacer algo distinto y la entrega a domicilio en las ciudades ha creado toda una cadena de logística. El tema es ponerse al día sobre las oportunidades que genera este tipo de crisis.
¿Es optimista o pesimista respecto del futuro desempeño de la industria mexicana?
Siempre he sido optimista y por años he promovido la industria mexicana y la inversión extranjera en México. Hoy me faltan argumentos objetivos para sostener ese optimismo. Me preocupan en particular los costos de la energía y de las telecomunicaciones, el acceso a energías limpias y al talento, y la ausencia de una política pública consistente que favorezca la incorporación de mayor contenido nacional a los procesos productivos que se realizan en el país. En un mercado internacional tan competido, estos factores son decisivos para el desarrollo del país. Si hay voluntad, desde lo político hasta lo empresarial, y se responde con claridad a los desafíos que acabo de plantear, se confirmará que tengo razón de ser optimista. Este país es como un equipo deportivo que tiene creatividad, fuerza y talento, pero que ha extraviado la voluntad de entrenarse y de competir en la cancha. Es tiempo de replantearse seriamente el modelo de país que queremos construir.