México es uno de los países con mayor potencial de crecimiento en el siglo XXI, resultado de las ventajas comparativas con las que cuenta y de una agenda de reformas estructurales profundas, promovidas en los primeros dos años de esta administración. Dichas reformas están orientadas a liberar a nuestra economía de los obstáculos que le han impedido un mayor crecimiento, así como a elevar su productividad y competitividad.
Nuestro país cuenta con una ubicación geográfica estratégica: cercana a los principales centros globales de consumo y de producción, y colinda con la principal potencia mundial: Estados Unidos, que, actualmente tiene un ingreso per cápita superior a los 54 mil dólares, mientras que el nuestro se acerca a los 18 mil.
Además, México es una de las economías más abiertas del mundo al contar con 13 tratados de libre comercio firmados y acceso preferencial a 44 países. Gracias a lo anterior, las exportaciones explican cerca de 35% del PIB, muy superior al 7% que representaban en la década de los sesenta. Al cierre de 2013, las exportaciones ascendieron a más de 380 mil millones de dólares, mientras que el total de nuestro comercio internacional representó 60% del PIB. (Ver gráficas 1 y 2.)
Adicionalmente, México goza de estabilidad macroeconómica, resultado de políticas iniciadas desde hace más de tres décadas. Gracias a ello, hay una inflación cercana a 4%, uno de los niveles de endeudamiento público más bajos del continente y reservas internacionales superiores a la deuda externa total del sector público.
Este entorno permitió el desarrollo de un sector industrial dinámico, moderno y que representa 80% de nuestras exportaciones totales. A su vez, la industria nacional posee una mano de obra calificada y productiva, al mismo tiempo que la población está compuesta en su mayoría por jóvenes en edad de trabajar.
No obstante todo lo anterior, en los últimos 30 años México registró un crecimiento promedio anual de 2.6%, una cifra inferior a la de economías con un nivel de desarrollo similar a la nuestra; por ejemplo la chilena, que ha registrado una tasa de crecimiento anual promedio de 5% en el mismo periodo y que hoy tiene un PIB per cápita 50% más grande que el mexicano.
El crecimiento de México tampoco ha sido suficiente para generar las oportunidades de empleo que requiere el país, cuya Población Económicamente Activa se incrementa en alrededor de un millón de personas por año, mientras que la generación de empleo formal ha tenido un promedio aproximado de solo 420 mil nuevos puestos anuales en la última década.
México es una de las economías más abiertas del mundo al contar con 13 tratados de libre comercio firmados y acceso preferencial a 44 países. Las exportaciones explican cerca de 35% del PIB
Lo anterior implica un nivel de desempleo de cerca de 2.5 millones de personas, así como un sector informal próximo a 58% de la población ocupada, de acuerdo con el INEGI. Esto también ha ocasionado que un número muy importante de mexicanos haya tenido que emigrar, buscando oportunidades de empleo y bienestar.
Frente a estos retos, y considerando los factores positivos con los que contamos, es que el presidente Enrique Peña Nieto impulsó, desde el inicio de su Gobierno, una serie de importantes reformas estructurales, mismas que fueron aprobadas dentro del Pacto por México. A través de dichas reformas, se busca dotar al país de las condiciones y el marco legal apropiados para superar muchos de los obstáculos que ha tenido para crecer de manera acorde con su potencial.
Igualmente importante ha sido la búsqueda de motores de crecimiento económico, de tal forma que México pueda generar los empleos que necesita y con el nivel de remuneración suficiente para brindar un mayor bienestar a la población.
No cabe duda que el sector automotriz representa uno de los motores de crecimiento más importantes dada su alta productividad, relevancia internacional, el impacto positivo que tiene en el desarrollo regional, su potencial de vinculación con otros sectores y empresas de todos tamaños, así como por su capacidad de generar empleos bien remunerados.
La industria automotriz nacional está conformada por las armadoras (Original Equipment Manufacturer, OEM), los fabricantes de autopartes y las distribuidoras. La historia de la industria automotriz en México data de 1925, con la instalación de las líneas de ensamble de Ford, 22 años después de que se fundara Ford Motor Company en Estados Unidos.
En 1935 se estableció aquí General Motors y en 1938 inició operaciones Automex, que posteriormente se convertiría en Chrysler. Los tres fabricantes centraron su actividad en el ensamble de vehículos destinados al mercado local, que se satisfacía totalmente con importaciones.
La característica principal de las plantas automotrices que operaron en México desde 1925 hasta finales de la década de los setenta era su bajo nivel de sofisticación y de valor agregado, resultado de la poca inversión en el sector y la falta de infraestructura.
En 1950 se vendieron en el mercado nacional 37 mil vehículos y 60% de ellos fueron ensamblados en nuestro país. A principios de la década de los sesenta, la industria automotriz en México se caracterizaba por plantas de ensamblaje con un contenido nacional que rondaba 20%. La producción de ese entonces no era suficiente para abastecer la demanda interna, por lo que una parte importante de las ventas de vehículos se cubrieron mediante la importación.
A fin de dotar al mercado interno y promover el desarrollo de una industria local, en 1962 se emitió el primer decreto automotriz con las siguientes características:
Como resultado del primer decreto, la industria automotriz creció notablemente. De los casi 97 mil vehículos que se fabricaron en 1965, se pasó a 190 mil en 1970. Por su parte, las importaciones se ubicaron cerca de 40 mil unidades anuales en la primera mitad de la década de los setenta y en la segunda mitad declinaron a menos de 12 mil. Además, la meta de contenido nacional fijada en este primer decreto detonó a la industria de autopartes en México, dinamizando con ello a otros sectores de la economía.
A pesar del vigoroso crecimiento de la planta industrial mexicana durante la década de los sesenta y setenta, el proteccionismo atrofió gradualmente las capacidades del aparato productivo y, paradójicamente, erosionó los términos de intercambio. Mientras que de 1950 a 1966 el ingreso por exportaciones equivalía a poco más de 70% de las importaciones, entre 1967 y 1976 el porcentaje era de solo 54.3 por ciento.
La industria automotriz no fue ajena a este fenómeno. A principios de la década de los setenta, los siete fabricantes de vehículos establecidos en el país tenían sus plantas ubicadas alrededor de la ciudad de México, que en su gran mayoría contaban con una infraestructura obsoleta, mientras que los costos de producción eran mayores con relación a otras naciones. Además, los niveles de calidad de la industria automotriz mexicana no eran del todo satisfactorios.
Mediante un esfuerzo de las autoridades, orientado a incrementar la competitividad a través de la promoción de las exportaciones, en 1972 se emitió el segundo decreto automotriz y se establecieron nuevas políticas regulatorias. Por una parte, se redujo el porcentaje que se pedía de contenido nacional para vehículos destinados al mercado de exportación y, por otro lado, se obligaba a los fabricantes de la industria terminal a exportar un equivalente de 30% del valor de sus importaciones. En 1975 había en México 21 empresas ensambladoras y 693 que elaboraban autopartes.
La característica principal de las plantas automotrices que operaron en México desde 1925 hasta finales de la década de los setenta era su bajo nivel de sofisticación y de valor agregado
En 1977 el Gobierno publicó un nuevo decreto, cuyo objetivo central fue convertir a México en un país exportador altamente competitivo al permitir una mayor participación extranjera en el sector. Como resultado de este decreto, las compañías automotrices estadounidenses eligieron el norte de México como destino para sus inversiones. Esto último, ante la necesidad de aumentar su competitividad frente a los eficientes y económicos vehículos japoneses que comenzaban a penetrar en su mercado. Estas inversiones se reflejaron en modernos centros de producción como las plantas de ensamblaje y motores que General Motors instaló en el complejo Ramos Arizpe, Coahuila, en 1981. Ese mismo año, Chrysler inauguró una planta de motores, también en Ramos Arizpe. En 1983 Ford abrió la suya en Chihuahua y en 1986, junto con Mazda, puso en marcha una planta de ensamble dedicada a la industria de la exportación, la de mayor tecnología en el México de entonces.
Entre 1970 y 1981 la producción de vehículos se triplicó, al pasar de 190 mil unidades a 597 mil. El récord de producción de la industria automotriz, alcanzado en 1981, fue posible gracias a la transferencia de tecnología e importación masiva de autopartes, las cuales representaron 51% del déficit comercial del país en ese año.
Para enfrentar la crisis de inicios de los ochenta, una de las principales medidas que tomaron las autoridades fue la apertura económica. Las empresas automotrices se unieron al esfuerzo nacional para incrementar las exportaciones ante la contracción del mercado interno, por lo que las ventas al exterior se incrementaron notablemente al pasar de las 16 mil unidades en 1982 a 173 mil en 1988.
Entre 1987 y 1998, la producción vehicular creció también de manera importante debido a la expansión del mercado externo, resultado en buena medida de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Por primera vez en la historia, la balanza comercial de la industria automotriz se volvió positiva, situación que prevalece hasta nuestros días. En 1994, 52% de la producción se exportaba y esta cifra se incrementó a 84% en 1995, debido a la contracción del mercado interno, derivada de la crisis y por un incremento de la competitividad, resultado de la devaluación del peso.
En 2003 se publicó un decreto para apoyar la competitividad de la industria automotriz terminal e impulsar el desarrollo del mercado interno de automóviles. Con ello se promovía la inversión en la fabricación de vehículos ligeros a través del otorgamiento de diversos beneficios. Al amparo de este decreto, las armadoras pueden importar con cero arancel el equivalente a 10% de su producción efectuada en el año inmediato anterior. En 2003, 75% de la producción automotriz fue destinada a la exportación y este porcentaje se mantiene a la fecha.
Hoy en día, la industria automotriz mexicana contribuye con 3.5% del PIB nacional, 20% del PIB manufacturero y genera más de 2.7 millones de empleos, directos e indirectos. Adicionalmente, México es el séptimo productor mundial de automóviles con 3.2 millones de unidades producidas al cierre del año pasado. (Ver gráficas 3 y 4.)
La industria automotriz es también la mayor fuente de divisas del país con casi 100 mil millones de dólares generados en 2014, lo que duplica los ingresos por exportaciones petroleras y supera con creces las divisas que recibe el país por concepto de remesas y turismo. (Ver gráfica 5.)
Actualmente, cuatro de cada cinco automóviles que se fabrican en México se exportan y dos tercios de estos tienen como destino Estados Unidos. Nuestra apertura comercial, una ubicación geográfica estratégica, mano de obra calificada, bono demográfico y una población numerosa han permitido convertirnos en una plataforma ideal de producción y exportación para las armadoras de automóviles de Europa, Asia y Estados Unidos. Por ello, en México ya contamos con la presencia de 19 armadoras en 15 estados de la República.
Además, México es el segundo exportador de vehículos pesados a nivel mundial. La producción y exportación de estos mantienen su tendencia a la alza, la cual ha repuntado en los últimos años. De enero a octubre de 2014, la producción de vehículos pesados alcanzó 141 mil 703 unidades, un incremento anual de 24%. Lo anterior significó una cifra récord de producción para el país en ese año. Con relación a las exportaciones, en el mismo periodo se vendieron casi 104 mil unidades, lo que representa un incremento anual de 28%. Esto equivalió a una cifra récord de ingresos por 22 mil millones de dólares. Los tractocamiones son los vehículos pesados que más se exportan con una participación cercana a 50% del total de este segmento. (Ver gráfica 6.)
Además, México es el sexto productor mundial de autopartes y el primer proveedor del mercado estadounidense. Los productores modernos de autopartes, con más de 500 empleados, tienen una alta productividad, la cual es 28% mayor que el promedio que se registra en Estados Unidos. En términos generales, la elevada productividad de la industria automotriz se ha reflejado en los salarios del sector y, actualmente, un técnico automotriz se ubica entre las 10 ocupaciones mejor pagadas del país.
La Asociación Mexicana de la Industria Automotriz (AMIA) estima que el país podría alcanzar una producción de 5 millones de vehículos en 2020, gracias a las nuevas inversiones que las principales armadoras han anunciado recientemente. Se espera que México mantenga su protagonismo como productor y exportador de vehículos y autopartes.
Son varios los elementos que inciden en el crecimiento económico, entre ellos los niveles de ahorro e inversión, un Estado de derecho eficaz, infraestructura adecuada, un arreglo institucional sano y políticas económicas consistentes.
En México existe una demanda generalizada para fortalecer nuestro Estado de derecho a fin de erradicar la impunidad, eliminar la corrupción y mejorar sustancialmente el clima de seguridad, y contribuir con ello a potenciar nuestro crecimiento.
Sin embargo, elevar la productividad del país es también un prerrequisito para aspirar a mayores niveles de desarrollo económico. En la medida en que se incrementa la productividad, los trabajadores acceden a mejores niveles salariales y, en consecuencia, a un mayor ingreso per cápita, contribuyendo con ello a elevar el nivel de bienestar de la población.
De acuerdo con diversos estudios, México crece a dos velocidades: en los sectores más modernos de nuestra economía, como el de la industria automotriz, la productividad aumenta 5.8% cada año, en tanto que en los sectores tradicionales, decrece 6.5% anualmente.
Por ello, para que México logre desarrollarse en un futuro cercano es necesario elevar el nivel de productividad de la economía. Se trata de que las empresas tradicionales transiten hacia métodos de producción más modernos e integrados a las grandes cadenas de valor.
Nuestro país cuenta con ejemplos de sectores modernos, competitivos y con elevados niveles de productividad, como es el caso de la industria maquiladora, y los sectores aeroespacial y automotriz que tienen un notorio impacto en el desarrollo de sus comunidades. En las regiones en las que se han establecido dichas industrias, por ejemplo en los estados del norte del país y El Bajío, el ingreso per cápita ha crecido de manera acelarada en los últimos años. Mientras tanto, las regiones del sur se caracterizan por modelos de producción tradicionales, basados fundamentalmente en empresas pequeñas, poco productivas y muchas de ellas informales, lo que explica en su mayoría el estancamiento en sus niveles de ingreso. (Ver tabla 1.)
De acuerdo con McKinsey Global Institute (MGI) este estancamiento en los niveles de productividad en México se debe a que el sector tradicional es el principal generador de empleos en el país. Este segmento da cuenta de 48% del crecimiento en el empleo desde 1999, mientras que las empresas modernas contribuyen con 20%. En este sentido, la mayoría de los empleos generados en la última década son de baja productividad.
La disminución de la productividad en el sector tradicional y su creciente contribución al empleo es lo que, de acuerdo con el MGI, explica que el PIB per cápita de México creciera solo en 0.6% en promedio anual en las últimas tres décadas y 0.4% en 2013.
No obstante, en los últimos cuatro años, el crecimiento del sector exportador fue de 5.7%, muy superior al crecimiento de 2.3% que registró el PIB nacional en ese mismo periodo. Por ello, el sector exportador tiene un peso relevante dentro de la economía, puesto que genera uno de cada cinco empleos y paga sueldos 37% superiores que el promedio del país. Por lo tanto, para que el resto de las empresas encuentren oportunidades de crecimiento acelerado, una buena alternativa es vincularlas con el sector exportador.
Existen varios niveles de participación a lo largo de la cadena de exportación, la cual está constituida por las grandes empresas que exportan directamente y por las que forman parte de la cadena de suministro. En este sentido, muchos negocios participan en ese sector de manera indirecta, a través de la proveeduría de insumos y servicios. Por tanto, el crecimiento de la proveeduría y el aumento del contenido nacional, especialmente entre las medianas y pequeñas empresas, es uno de los caminos más rápidos, viables y efectivos para lograr un mayor crecimiento de nuestra economía con generación de empleo bien pagado.
Al integrar a las empresas tradicionales a la cadena de valor que representan los sectores más fructíferos del país, se logrará incrementar la productividad promedio de manera acelerada. Como se ha descrito, uno de los ejemplos más relevantes es el de la industria automotriz. En la medida en que más empresas puedan vincularse con los grandes sectores productivos del país, México podrá transitar de manera más acelerada hacia una economía desarrollada y generar los empleos de calidad que necesita.
No obstante la buena perspectiva del sector automotriz y el importante papel que ha desempeñado en la economía nacional, se debe reconocer que dentro del sector participan un número aún reducido de compañías y que la inserción de las pequeñas y medianas empresas en la cadena de valor, si bien ya es importante, todavía ofrece áreas de oportunidad para incrementar su vinculación con las grandes exportadoras.
Como lo ha señalado en múltiples ocasiones el presidente Peña Nieto, para que nuestra economía crezca a tasas altas, sostenidas y genere los empleos que demandan los mexicanos, se necesita también democratizar la productividad. Esto es, que todas las empresas de nuestro país, y no solo unas cuantas, se vuelvan más productivas y competitivas.
En este sentido, el presidente ha instruido a vincular a las grandes empresas exportadoras del país con las pequeñas y medianas, aumentando con ello su productividad y contribuyendo al crecimiento y bienestar de nuestro país.
Entre las grandes empresas exportadoras existe una tendencia a desarrollar una red de proveeduría local, como una estrategia para garantizar el suministro de sus insumos, tal es el caso de la industria automotriz en México, en donde ya existe una industria de proveeduría muy importante y ahora el contenido nacional en el sector es de 30%, siendo mucho mayor en algunos modelos o productos.
Considerando la importancia que tiene la industria automotriz en el sector exportador de nuestra economía, el Gobierno federal lanzó el programa Proauto a finales del año pasado, el cual concentra los diversos programas de la Secretaría de Economía, ProMéxico, el Instituto Nacional del Emprendedor (Inadem), el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y Bancomext, para apoyar el desarrollo de los proveedores nacionales en el sector automotriz.
Como parte de Proauto, Bancomext firmó en noviembre pasado un convenio de colaboración con la AMIA, la Industria Nacional de Autopartes (INA) y los clústeres automotrices de Querétaro, Nuevo León, Chihuahua, Estado de México y Guanajuato, con el que se busca aumentar el contenido nacional en las exportaciones automotrices y fortalecer a los proveedores de la industria. Se establecerán metas e indicadores orientados a dar seguimiento puntual a los logros que resulten de este acuerdo.
A través de Proauto y del convenio firmado, se propiciará un acercamiento entre Bancomext y las empresas del sector automotriz para identificar cuáles de sus proveedores nacionales ya existentes tienen potencial para seguir creciendo junto con ellos, para lo cual requieren de financiamiento a tasas competitivas y plazos más largos.
Asimismo, los proveedores de las armadoras se comprometen a acercar a sus propios proveedores a Bancomext, para que accedan a mejores opciones de financiamiento y asistencia técnica y puedan sumarse, hasta las empresas más pequeñas, a la cadena de exportación.
En la medida en que más eslabones de la cadena de exportación se trasladen a México habrá más empresas y empleos mejor remunerados
De esta forma, se busca que muchos de los productos y servicios que actualmente se adquieren en el exterior se suministren por empresas mexicanas. En la medida en que más eslabones de la cadena de exportación se trasladen a México, habrá más empresas y empleos mejor remunerados, así como un efecto neto positivo del comercio exterior en nuestra economía.
Así, con estas medidas se fomenta la sustitución de importaciones mediante un aumento en la productividad y competitividad de las empresas nacionales, y no a través del proteccionismo, como se hizo anteriormente.
El Banco Nacional de Comercio Exterior ha tenido una participación importante en la modernización e impulso del sector automotriz mexicano. Actualmente, Bancomext es el primer banco a nivel nacional en proveer financiamiento al sector, con una cartera que supera los 10 mil 800 millones de pesos, equivalente a 33% del financiamiento total a esta industria. Solamente en 2014 se han asignado alrededor de 15 mil millones de pesos.
En nuestro país existen sectores modernos, productivos y muy competitivos con un ritmo de crecimiento más alto que el resto de la economía. Una forma para democratizar esa productividad —y que el país logre un crecimiento alto y sostenido— es mediante la vinculación de las grandes empresas exportadoras con las empresas medianas y pequeñas para integrarlas a su cadena de proveeduría.
Este es el caso del sector automotriz, el cual ha logrado consolidarse como una de las principales industrias del país y que ofrece una de las oportunidades más visibles y atractivas para que las pequeñas y medianas empresas nacionales participen en el sector exportador, el principal motor económico del país.